No habrá guerra contra los narcotraficantes, promete la nueva presidenta de México al esbozar un plan para reducir la violencia

Rechazando una renovada “guerra” contra los narcotraficantes, la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum reveló el martes su estrategia para combatir el crimen organizado en una nación donde cada día trae noticias de nuevos asesinatos, guerras de pandillas, masacres y otras carnicerías.

“La guerra contra el traficante de drogas no regresará”, dijo Sheinbaum, quien asumió el cargo la semana pasada, en su conferencia de prensa diaria.

En cambio, esbozó una estrategia de cuatro puntos que enfatizaba la recopilación de inteligencia, el despliegue de tropas, la mejora de la coordinación entre los estados federales y la creación de oportunidades para disuadir a los jóvenes empobrecidos de unirse al crimen organizado, que se encuentra entre los principales empleadores en México.

Una pieza central del plan es reforzar la tan criticada estrategia de “abrazos, no balas” del predecesor y mentor de Sheinbaum, el expresidente Andrés Manuel López Obrador.

Durante su mandato de seis años, López Obrador no enfatizó el conflicto directo con los cárteles y en cambio fortaleció las becas, la capacitación laboral, la ayuda económica y otras iniciativas en un intento de brindar carreras profesionales alternativas para los jóvenes en riesgo.

El gobierno ve “como prioridad… reducir la pobreza, cerrar las brechas de desigualdad y generar oportunidades para que los jóvenes tengan acceso a una mejor calidad de vida”, dijo Omar García Harfuch, jefe de seguridad de Sheinbaum.

Los críticos calificaron el plan de Sheinbaum de vago y de que es poco probable que detenga la violencia en una nación donde pandillas fuertemente armadas controlan vastas extensiones de territorio y se han expandido desde el contrabando transfronterizo de drogas hasta esquemas como la extorsión, el secuestro, el tráfico de migrantes y el saqueo de recursos nacionales.

“Nos hablan de un programa de seguridad, pero no está claro cómo lo van a hacer”, dijo Erubiel Tirado, experto en seguridad de la Universidad Iberoamericana en Ciudad de México. “La estrategia es limitada. … Es una colección de puntos de energía proyectados”.

La mayoría de los detalles de la nueva estrategia de seguridad ya habían sido publicados o delineados en términos generales por Sheinbaum, a quien se le atribuye la reducción de la tasa de criminalidad en la Ciudad de México durante su anterior mandato como alcalde.

Pero reducir el crimen a nivel nacional representa un desafío mucho mayor en un país donde el crimen organizado está más arraigado que en la capital.

Mientras el presidente hablaba, los dolientes cantaron “¡Justicia! ¡Justicia!” Marchó por las calles de Chilpancingo, capital del estado de Guerrero, devastado por la violencia, durante el cortejo fúnebre del ex alcalde Alejandro Arcos, quien fue asesinado el fin de semana pasado, menos de una semana después de asumir el cargo. La cabeza cortada de Arcos fue colocada sobre el techo de su camioneta blanca, estacionada en la vía pública. Las autoridades no han nombrado a ningún sospechoso.

Mientras tanto, un mes de violencia intracartel casi paralizó Culiacán, capital del estado de Sinaloa y base del cartel de Sinaloa, el más grande del país.

Cómo enfrentar la violencia y mejorar la seguridad en todo el país es el problema más apremiante que López Obrador le dejó a Sheinbaum.

López Obrador ya había abandonado el enfoque de “guerra” contra los cárteles, una campaña militarizada ahora desacreditada lanzada hace casi dos décadas que costó decenas de miles de vidas pero que hizo poco para mitigar el poder del crimen organizado. Pero también amplió enormemente el papel de las Fuerzas Armadas mexicanas, que ahora comandan la Guardia Nacional, anteriormente bajo control civil.

El plan del nuevo presidente también depende en gran medida del ejército, aunque los expertos dicen que las tropas están mal equipadas para realizar funciones policiales.

“El funcionamiento de la seguridad pública en este país es responsabilidad del Ejército, la Armada y la Guardia Nacional, todo está militarizado”, dijo Tirado. “Esto es un problema. La estrategia es limitada”.

La semana pasada, soldados dispararon contra vehículos sospechosos de contrabando que transportaban inmigrantes con destino a Estados Unidos en el estado de Chiapas, en el sur de México, dejando seis muertos y al menos 10 heridos.

Durante su mandato, los críticos dicen que López Obrador hizo poco para profesionalizar las fuerzas policiales municipales y estatales de México, muchas de las cuales han sido acusadas de corrupción generalizada. En sus comentarios del martes, Sheinbaum no abordó el tema de la reforma de la policía local, lo que dejó perplejos a muchos observadores.

“Si no invertimos en la policía, será muy difícil resolver la crisis de seguridad”, dijo el senador opositor Clemente Castañeda a Radio Fórmula de México.

Las encuestas muestran que muchos mexicanos creen que la violencia está fuera de control. El gobierno dice que las cifras de homicidios han disminuido en los últimos años, pero la tasa de México sigue siendo mucho más alta que la de Estados Unidos.

México tuvo 26 homicidios por cada 100.000 habitantes en 2017, luego la tasa se disparó a 29 entre 2018 y 2020, según estadísticas del gobierno. El año pasado, el gobierno informó que la tasa era de 24 homicidios por cada 100.000 habitantes. Eso sigue siendo más de cuatro veces la tasa de 5,7 asesinatos por cada 100.000 personas en 2023 en Estados Unidos.

Sin embargo, durante la presidencia de López Obrador también se registró un récord de más de 50.000 personas “desaparecidas”, en su mayoría víctimas secuestradas, presuntamente muertas y a menudo enterradas en fosas clandestinas.

La corresponsal especial Cecilia Sánchez Vidal contribuyó a este informe.

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